La Bicicleta Marina

¿Dónde está

la lluvia,

su velocípedo

de agua

en la que

Yo,

el viento,

capitán

del otoño,

pedaleaba

sobre los techos

de Ovalle

y repartía

el pez

del aguacero

entre el cielo

y las raíces?

¿Estará en Valparaíso,

descansando

en la puerta

de tu casa,

Javiera Rubina,

después de subir,

y bajar,

y subir

tantas escaleras

para hablar

contigo

de mariposas

o estrellas?

¿O se encuentra

perdida

 en el verde

 laberinto

 del sur,

más allá,

quizás,

en el rompecabezas

del gran

archipiélago,

donde  Chile

se quiebra

en mil

 pedazos

contra el frio

del

océano?

¿Y quién,

díganme quién,

se llevó

su bípedo

artefacto

de engranaje

y rocío,

regalo del mar,

para que

 la primavera

recién vestida

saliera

a recorrer

la tierra,

su reino

de pétalos

y plumas,

donde la luz

aún camina

tiritando

y con los pies

desnudos?

¡No lo seeee…,

le grité

al viento,

cuando

preguntó

con voz de trueno

y arrastró

su larga barba

de cristal y fuego

sobre los cerros,

volándoles

el sombrero

y chamuscando

sus rocosas

pelambreras.

Tal vez

ha vuelto

al mar,

azul arandela

que teje

y teje

el tiempo,

con sal,

con espuma,

con los pétalos

de una rosa

recién

cortada

o deshojada

por las manos

de la nieve

y ahí,

aquel bicípedo,

su estructura

de abejas  y nubes,

se quedó dormida

en el escamoso

naufragio

de un viejo

galeón,

soñando

otra aventura

de pájaros,

mientras espera

el próximo invierno.

Y así le dije

al viento,

 y el viento

movió las hojas,

con su cola

de pez

o caballo marino,

y colorín colorado

este poema,

que escribí para ti,

ha terminado.


Ramón Rubina


Ilustración. André Deymonaz