LA TRISTEZA NO SE HA IDO
La tristeza no se ha ido,
aún camina por ahí
su perra azul,
la misma
que conocí desde niño,
y de niña conociste
el día feroz cuando cerraste
la puerta de tu casa
para quedarte sola,
con tu niñez colgando
de la mano como una
muñeca en el oscuro
invierno del mundo.
Dónde estaba yo,
en esos días
cuando buscabas abrigo
de puerta en puerta,
la lucidez del amor
como una manta
contra el frío de la vida?
Ay, pequeño amor,
dónde estaba?
Dónde estaba, en que calle
abrí mis ojos para verte?
Era la misma calle,
dolor era su nombre,
tristeza
la perra que ladraba
en su vereda oscura
por donde pasaban
nuestras sombras.
Y, sin embargo,
no tomé tu mano,
no supiste mi nombre,
no miré tu cara,
no te llamé,
no me llamaste
para no equivocarnos.
no supimos nunca
tú de mí, ni yo de ti.
Nunca
para salir juntos a la luz.
Caminaste, caminaste,
caminaste y otros
para bien, para mal,
te acompañaron
y así mismo sucedió conmigo.
Pero yo tuve que volver
a buscarme, a la misma calle
donde ya no estabas
y me encontré perdido,
habitando la misma casa,
y no pude abandonarla.
Fue bueno de nuevo
conocerte, aunque
ya te conocía,
sabía que andabas
por ahí con otra mano
en la tuya, sin mirarme,
olvidándome a cada instante,
para reconocerme
y no dejarme nunca.
Es ella, niño que fui,
la misma, la chascona,
la inevitable,
la que caminaba a la escuela
y pasaba por tu lado recogiendo
las flores azules del jacarandá
bajo el cual leías
poemas.
Esta ya no es tu calle,
el dolor,
esta ya no es tu casa,
donde habitas solo
como un pájaro roto,
mirando el patio,
cobijándote
bajo el damasco
por miedo a los golpes
y a las palabras
que agujereaban
tu pequeño corazón.
Ven conmigo,
a la alegría, al sol,
a la lluvia, a la vida,
donde nos espera
para que conozcas
el mar, los árboles
del sur,
y desnudo puedas nacer
conmigo y con ella
a la alegría de crecer,
y renacer.
Ramón Rubina
Ilustración, A Maizianne